
Sintió súbitamente un crujido en las entrañas y vio a derribar su roble, caer por el abrazo del bosque desamparado.
Sobrevivió apenas, aferrada a tres heliotropos compasivos, y se obligó a odiar…
Al final la foresta se lamentaba rigurosa cada noche la corrupción de la delicada dama de párpados de corteza.
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