martes, 24 de julio de 2007
Cacharpas: el matón a sueldo
Pronto el citado cacique columbró las benignas intenciones de nuestro héroe, y ni tardo ni perezoso contrató a uno de los matones del pueblo para que hiciera al maestro Cacharpas bailar las cansadas, como quien dice, que causara baja. El badulaque se aprestó a cumplir con la encomienda pero, como cuando era chiquito le enseñaron a respetar a los viejitos, no emboscó a su víctima como era su costumbre en esos casos, sino que se dirigó directamente a la choza-residencia cacharpera y tocó repetidas veces a la puerta. En esos momentos el insigne mentor se hallaba sumido en profundas meditaciones provocadas por sus frecuentes visitas -de agitación, recuérdese- a la cantina-billar. Por ese motivo tardó varios minutos en abrir. Cuando al cabo lo hizo, el temible matasiete le gritó a voz en cuello:
-¡Maestro, prepárese porque lo voy a tronar, así es la vida, así es que rece lo que se sepa!
Nuestro heróico personaje por un momento sospechó que lo estaban albureando, pero pronto entendió el sentido preciso de las palabras de su interlocutor cuando éste lanzó una imponente escuadra calibre cuarenta y tantos en la mesa que adornaba el centro del chalet cacharpero. De la granada del arma saltaron dos cartuchos útiles en los que, haciendo gala de mirada de halcón, el insigne y renombrado mentor alcanzó a leer las letras "A" y "M": ¡Las sagradas iniciales cacharpiles!
Haciendo gala de su aplomo, y dominando la temblorina de las piernas, el inigualable Cacharpas tomó el revólver en la diestra y, ofreciéndoselo a su ofensor, respondió con las siguientes finas palabras:
-¡Toma, jijo de XXXXXXXXXXXXXXX, a ver si tienes los XXXXXXX suficientes para matar a un XXXXXXX, XXXXXXXXXX y XXXXXXXXX como yo, XXXXXXXXXX XXXXXXX XXXXXXXXXXXX XXXXXXXX!!!!!!!!!!!
Ante esto, el rubor cubrió las mejillas del temido matarife, quien antes de retirarse rápidamente con el rabo entre las patas atinó a decir:
-¡Disculpe, maestro, con valientes como usté no se puede!
La elocuente arenga fue suficiente para que el Cacharpas se ganara el respeto de todos los matones de la comarca. Cuando por fin pudo retomar el control de sus piernas y esfínteres, nuestro virtuoso personaje se encaminó nuevamente a la cantina-billar a continuar su loable labor de despertar masas ¡vaya aplomo y arrojo!
sábado, 21 de julio de 2007
Cacharpas: clases nocturnas
lunes, 16 de julio de 2007
Las aventuras del Cacharpas; presentación y disculpas
Nunca como ahora las flacas virtudes de mi pluma han resultado tan evidentes, al osar intentar el relato de las increíbles aventuras de un héroe sin par, de un paladín de las causas justas, salvador de almas descarriadas y liberador de los oprimidos. Su nombre resalta en el panteón de los grandes hombres por su sabiduría y ecuanimidad. Tienes ante tus ojos ¡oh aventurero lector! Una pobre versión de las aventuras del hijo pródigo de mi tierra: el Cacharpas. Me disculpo, porque los alcances de mi genio poco servirán para dar verdadera cuenta de obra hercúlea de nuestro paladín.
La Dríada (serie microrelatos -no más de cien palabras-)
Sintió súbitamente un crujido en las entrañas y vio a derribar su roble, caer por el abrazo del bosque desamparado.
Sobrevivió apenas, aferrada a tres heliotropos compasivos, y se obligó a odiar…
Al final la foresta se lamentaba rigurosa cada noche la corrupción de la delicada dama de párpados de corteza.
sábado, 14 de julio de 2007
Dependencia emocional (serie poesía hiperbreve, no más de 15 palabras)
Sufro miedo
de lo posible,
pero debo enfrentarme
conmigo
para alcanzar
la cima, a Él
martes, 10 de julio de 2007
lunes, 9 de julio de 2007
Mis compromisos conmigo mismo
El día de hoy yo me comprometo conmigo mismo a:
1. Vivir este día como si fuera el último
2. Cumplir con lo que me toca hacer
3. No dejarme dominar por mis defectos de carácter
4. Cumplir con mi responsabilidad ineludible de ser feliz
El desafío mayor es, como todos los días, asumirme como persona, con todas sus implicaciones y enfrentar mis miedos, también, con todo lo que ello implica.
El asesino en la sierra (serie microrelatos -100 palabras o menos-)
Se había escondido en el espinazo de la sierra, donde los nombres no importaban. Su choza lo ocultaba de los hombres, pero no de la tormenta de sus recuerdos. Compartía el escondite y las culpas y la carne de venado solo con su mujer.
Una tarde llegaron dos viajeros. Siguiendo la costumbre de la sierra les dieron pinole y café, y les indicaron que podían dormir en el cuartito de los tiliches.
El alba descubrió la choza de madera con la fría marca de la sangre y dos cuerpos despojados de sus culpas; los remordimientos habían ganado la carrera.